Tú, girasoles, un gato, una taza de té, un escritorio...
Quisiera agotar mis días viendo desde el balcón un campo mío lleno de girasoles silvestres,
un cielo lluvioso,
un día nublado,
en fin, que sólo tuviese esas maravillosas flores
que cautivan la atención de mis ojos
y pasear contigo de la mano.
Regresaría presurosa de nuevo al balcón,
donde seguro tendría un escritorio rústico color madera,
quizás un poco de polilla,
un cuaderno gastado, un bolígrafo.
Es probable, es más, es seguro que te estoy hablando de tiempos lejanos
donde tenga algo parecido a una computadora
donde ya no manejara sólo éste blog,
escribiendo a la bondad de Dios,
donde algún compañero escritor, se digna en visitarme
y se compadece al leerme,
quizás en ese tiempo,
tenga una sesión abierta
donde me espere el archivo que revisará mi editor,
una novela sobre aquélla leyenda
que no volví a encontrar.
Tendría sobre el escritorio
una buena taza de té y un gato sobre las piernas.
Seguro que mi loro Loretto, en su plena adolescencia,
estaría picando a su compañero Lorenzo, que en realidad es Lorenza ,
y el suelo olería a mojado, a libertad,
y yo mientras en pensamientos me embriago,
tomaría una taza caliente de un té amargo.
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Una casa sencilla, un jardín,
que el camino fuera rodeado de liquidámbar
y un campo amarillo,
por favor un escritorio,
-No cierres las cortinas_
-¡Vamos a dormir!_
-está lloviendo afuera,
-espera_
debo escribir.
Los pajaritos entre 4:30 y 5:00 de la mañana,
cantando, besando mis oídos,
el frío beso profundo de Dios a esa hora
y mi escritorio esperando por mí.
Si asomo mi mirada por ese balcón,
sé que allí estarán los girasoles,
hermosas siempre para mí,
de flor en flor,
cuando llegue su tiempo,
todas morirán pero luego nacerán sus hijos y parientes,
y ese campo permanecerá amarillo,
invariable como son las horas y con ellas la eternidad.
Y sé que por las tardes cuando salga a caminar,
estarás tú en la puerta, esperándome,
me darás el brazo y me vas a acompañar.
¡Sí!, eso quisiera,
agotar mis días como empecé a escribir,
y terminar con la seguridad de que tendré un abrazo tuyo de mañana,
tu brazo al caminar,
el gato sobre las piernas,
el escritorio con polillas y
mis manos casadas con el pensamiento,
libres al redactar.
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Riveigar
un cielo lluvioso,
un día nublado,
en fin, que sólo tuviese esas maravillosas flores
que cautivan la atención de mis ojos
y pasear contigo de la mano.
Regresaría presurosa de nuevo al balcón,
donde seguro tendría un escritorio rústico color madera,
quizás un poco de polilla,
un cuaderno gastado, un bolígrafo.
Es probable, es más, es seguro que te estoy hablando de tiempos lejanos
donde tenga algo parecido a una computadora
donde ya no manejara sólo éste blog,
escribiendo a la bondad de Dios,
donde algún compañero escritor, se digna en visitarme
y se compadece al leerme,
quizás en ese tiempo,
tenga una sesión abierta
donde me espere el archivo que revisará mi editor,
una novela sobre aquélla leyenda
que no volví a encontrar.
Tendría sobre el escritorio
una buena taza de té y un gato sobre las piernas.
Seguro que mi loro Loretto, en su plena adolescencia,
estaría picando a su compañero Lorenzo, que en realidad es Lorenza ,
y el suelo olería a mojado, a libertad,
y yo mientras en pensamientos me embriago,
tomaría una taza caliente de un té amargo.
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Una casa sencilla, un jardín,
que el camino fuera rodeado de liquidámbar
y un campo amarillo,
por favor un escritorio,
¡el té ya está listo!
-estoy cansada_-No cierres las cortinas_
-¡Vamos a dormir!_
-está lloviendo afuera,
-espera_
debo escribir.
Los pajaritos entre 4:30 y 5:00 de la mañana,
cantando, besando mis oídos,
el frío beso profundo de Dios a esa hora
y mi escritorio esperando por mí.
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sé que allí estarán los girasoles,
hermosas siempre para mí,
de flor en flor,
cuando llegue su tiempo,
todas morirán pero luego nacerán sus hijos y parientes,
y ese campo permanecerá amarillo,
invariable como son las horas y con ellas la eternidad.
Y sé que por las tardes cuando salga a caminar,
estarás tú en la puerta, esperándome,
me darás el brazo y me vas a acompañar.
¡Sí!, eso quisiera,
agotar mis días como empecé a escribir,
y terminar con la seguridad de que tendré un abrazo tuyo de mañana,
tu brazo al caminar,
el gato sobre las piernas,
el escritorio con polillas y
mis manos casadas con el pensamiento,
libres al redactar.
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Riveigar
Comentarios
Me quedo cerca y sigo leyendo.
Un abrazo.
Beatriz, bienvenida a mi humilde rincón de melancolía.
Al final mis poemas son para ustedes que me visitan, me alegra que te guste.