María Riveiro

No podría aunque quisiera, desbordarme, abrir mis labios,  desgarrarme el alma a mordidas, comerme como hiena la carne putrefacta de amor, carente de pasión,  carcomida por las caricias que me regalaste y que palparon mis mejillas  calcinadas por tu sol. No podría aunque quisiera, besarte raspándote con estos labios heridos, tostados y oprimidos, callados, errados, rencorosos y reprimidos, como esa herida queme produce el verte. No podría aunque quisiera, reclamarte entusiasmada, que extraño tu mirada,  que aún contrariada, me veía con amor. No podría aunque quisiera, recitarte este poema,  sin arrojarme a tus brazos,  odiándote entonces porque no vienes con el sol, ni te trae la mañana. No podría aunque quisiera, y aún si todavía me amas, decirte que soy desgraciada,  porque no podría aunque quisiera, señalarte con mi dedo, o salir, correr, coger el teléfono, y gritarte: Lo que aquí no puedo decir,...

Todo lo que quisiera decirte, pero no tiene más sentido, porque no podrías volver, y nada me devolverá tu sonrisa, tú significas un cementerio en mi mente, en cuya tierra sembré dos girasoles. Y han expirado, y sus semillas caen por el suelo, como todos esos sueños que no tuvieron destino, nacen unos pocos, como aquéllas ilusiones que juntos hacemos hoy con otros. Todo lo que quisiera decirte, es que estoy aquí, escribiendo, más firme que nunca, y así me trotan las entrañas, porque el corazón se me picó, y entonces ya no tengo con qué sentir esa emoción que me produce el recordar tus ojos. Tu voz que empezaba a madurar,  que ahora era todo un hombre y me tomaba de la mano por la vida, entorpeciendo la mía, bebiéndome con dientes que me perforaban  las venas, y mi sangre ya no llegaba a mi cerebro,  y entonces yo no pensaba, yo era dirigida por tí. Lo que te amé... ¿cómo te veo entonces a la cara? ¿cómo busco entre recuerdos, ...